Una cucharadita de magia

Este fin de semana me quedé sin celular, por lo que estuve medianamente incomunicada, terminé mi primer trabajo cuasiformal, terminé la primera temporada de Jessica Jones y la segunda de Daredevil, escuché Take me to Church y Once I was real al menos más de 20 veces, tomé más de 30 tazas de té y fui la negativa ante la extraña positividad de Mad en esta peculiar amistad simbiótica que tenemos.

En recientes entradas, Mad ha hablado de encaminar su vida. Yo en tanto, estoy atrapada en un futuro que como todo futuro es incierto. Y es extraño, porque estoy acostumbrada a estar atrapada en el pasado. Pero de una forma u otra creo que nunca he vivido realmente el presente. Suena extraño, ¿no? Pero creo es mucho más común de lo que suena.

Podría decirse que estoy encaminada, si por mí misma o las manos hitsuzeneras, no podría asegurarlo. Jamás en mi vida he sido realmente constante, y no porque haya dejado todo a la mitad, no, generalmente completo lo que comienzo, sino porque mi mente nunca está mucho tiempo realmente ello. Me distraigo y me pierdo, olvido.

Olvido muchas cosas, al menos seis al día. Pero si soy sincera conmigo misma, no es realmente porque mi memoria sea mala, como siempre digo, más bien es porque no presto la suficiente atención la mayor parte del tiempo. Me es tan sencillo perderme, tanto metafórica como literalmente. Puedo cruzar la calle y olvidarme para que lado debía girar, o puedo estar leyendo un párrafo y olvidar de qué iba a la mitad. Y es porque estoy tan ocupada pensando tantas cosas a la vez, y la mayoría del tiempo ni siquiera son cosas importantes. A veces son suposiciones sobre un hecho aislado que presencio, otras son vivencias de mis amigos imaginarios en mi cabeza, otras son las 537 situaciones que se me ocurren ante un problema y ninguna termina siendo la respuesta. A veces repaso tantas veces una cosa en mi cabeza, que la realidad termina por demostrarme que siempre es inesperada.

Solía tener este juego que hacía en mi cabeza cuando era niña, cuando sabía que algo iba a ocurrir pensaba en la peor resolución que viniera a mi mente, para prepararme me convencía, pero en realidad era porque esperaba que mágicamente sucediera lo contrario a eso. Y debo confesar que inconscientemente mi mente lo sigue haciendo. Pero quizá sea porque soy por naturaleza una persona negativa, siempre espero lo peor para que una agradable sorpresa sea bien recibida. Pero de igual manera me adapto, si alguien más es el negativo ante tal situación, me fuerzo a tomar la postura opuesta y ser positiva.

Quizá sea porque siempre busco un equilibrio. Me gusta el equilibrio, que los cuadros no estén torcidos, y el mantel caiga la misma cantidad de todos lados. Algunos llaman a eso TOC, para mí es simplemente búsqueda de estabilidad. La estabilidad tiene que estar en algún lado, si no la hayamos dentro nuestro, entonces debemos buscarla en el exterior.

Ayer Mad me preguntó si creía en la magia. Naturalmente mi respuesta fue no. Pero luego de un intercambió de ideas terminé por admitir que sí creo en la magia. Pero hay una razón por la cual mi respuesta a la creencia en magia, milagros y Dios es no. Y es porque es más sencillo.

Es mucho más sencillo darme por escéptica que explicar realmente lo hay en mi mente, quizá porque ya estoy acostumbrada a las miradas de loca que recibo. Aprendí algo muy pronto en mi vida que me tomó mucho años poner en práctica, y es que no se puede hablar de todo con todos. Ante algunas personas sólo hay que asentir y esperar que no te hayan preguntado algo por lo cual esperan una respuesta mientras tu mente viaja por el espacio de las posibilidades.

Y debo admitir que aún no lo he perfeccionado. Nop, aún abro mi gran bocota.

Y no soy una incomprendida, ni mucho menos un prodigio. Pero me cuesta horrores integrarme. Falté a esa clase donde nos entregan el manual de cómo ser seres sociales.

Pero volviendo a la magia, tengo la habilidad de relacionar casi cualquier cosa con Harry Potter como otros lo hacen con Los Simpsons, pero cuando se trata de magia con varitas, encantamientos y posiciones soy una no creyente. Amo la fantasía, escribo fantasía, o al menos lo intento, pero no creo que nuestra realidad de lugar a esa clase de cosas.

Pero eso no quiere decir que la magia no exista, porque la vida misma es un acto de magia. Que podamos explicarlo, que sepamos como algo básicamente funciona no significa que la lluvia no sea magia, que ver la luz de una estrella que está a cientos de años luz de distancia no sea magia, que la relación con ese amigo con el que podés no escribirte o verte por un mes y un día te manda un mensaje tonto sobre un programa que está viendo y se siente lo más natural del mundo no sea magia.

No creo que curarse de una enfermedad sea un milagro. No creo que salvarse de un accidente de sea un milagro. Al menos no uno que deba ser adjudicado a alguna fuerza divina. El estar vivo en un milagro, el poder decidir, el ser conscientes. Las palabras son milagros, la música, los colores. Todo aquello que llena nuestras efímeras vidas.

Y en cuanto a Dios, no, no creo en el Dios de ninguna de las religiones que me han enseñado. Y el sólo hecho de que te enseñen a Dios ya me parece ridículo. No se puede aprender a Dios. Dios no es un hombre barbudo, no es un hombre, no es humano. Atribuirle humanidad a Dios es vanidoso, pretencioso, es creernos Dios. Pero la verdad es que sí somos Dios, y Dios está dentro de todos nosotros, dentro de las flores, y los árboles y el pasto, de los animales, de esa hormiga que acabas de pisar y esa piedra que acabas de patear. Dios está en la naturaleza, está en la fuerza que hace posible que todo exista. Dios no es una persona, Dios no es una consciencia, es simplemente el motor que mueve el mundo y todo a su alrededor y se encuentra en todo y todos nosotros.

Pero en verdad, es muy cansador tener que explicar todo eso y encima ver cómo la gente se queda viendo, así que es mucho más sencillo decir que soy atea o agnóstica. Pero la gente a penas está aprendiendo el concepto de ateísmo, es muy difícil pedirles el de agnosticismo.

Y no, no estoy diciendo que mi idea es tan superior al resto de la humanidad que los mortales a mi alrededor no podrán entenderla. De hecho, no estoy diciendo nada nuevo y no soy la única persona que se adhiera a esa postura. Sólo digo que es más sencillo que ponerse a discutir con gente que de antemanos sabes que no te comprenderá porque no está interesada en comprenderte. Y si no están interesados en comprenderte, no lo harán, y se convencerán de que reniegas de la religión porque te sucedió algo malo y estás enojado con Dios, o simplemente que lo haces por moda.

Y no es nada de eso. Es algo tan simple como que sus respuestas no satisfacen a mis preguntas. Y tal vez no podamos responder a todo en este mundo, pero sí podemos preguntarnos de todo. Esa es la libertad que tenemos y nadie puede quitarnos el derecho a ejercerla.

Pregúntate todo lo que quieras. Quizá nunca halles las respuestas, pero vale la pena preguntarse de vez en cuando, para comprobar que aún somos conscientes por nosotros mismos y no simples títeres de alguien o algo más.


Sense is overrated.





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