Lina Lamal - Editorial Alpaca
Se escabulle, se retuerce y escapa. Baila, se desmorona y vuelve a arrancar. Grita y calla al mismo tiempo. Sacude la cabeza, pero está quieta. Ella lo era todo, no era nada. Era el mejor día de su vida, pero también el peor. Se preguntaba por qué todas las cosas en su vida eran dicótomas, pero al mismo tiempo sabía que no podían ser de otra manera. Era agnóstica, pero creía en fantasmas. Le gustaba la hora del té, pero al mismo tiempo ésos minutos dedicados a la merienda la deprimían. Dormía de día, trasnochaba. Si le dolía el ombligo significaba que tendría una mala semana, si le picaba la oreja recibiría dinero, si se le partía una uña alguien moriría. No necesitaba ser alguien cercano. Tampoco tenía uñas largas, no quería provocar más muertes de las necesarias. Amaba la vida, pero había pensado en el suicidio reiteradas veces. Le temía a la muerte, pero la anhelaba. Creía que todo lo que tenía por hacer en ésta vida ya estaba hecho, pero era feliz. Y no mucha gente puede presumir de ello. Sin embargo ella no presumía. No era ésa clase de persona, pero al mismo tiempo era muy fría. Creía que todas las cosas tenían un propósito en ésta vida, pero al mismo tiempo todo carecía de sentido. Su nombre era un secreto para muchos, se presentaba con todas las personas con un nombre diferente, con una historia diferente y jamás olvidaba un detalle. Le parecía que ser siempre la misma persona era aburrido. Y creo que sólo ella entendía lo que era la libertad. Después de todo ella inventó ésta historia para mí, para que la cuente, para que se difunda. Lina, la última hada y bruja viva de éste mundo. La que puede reír y llorar de tristeza y felicidad al mismo tiempo. La que cura más con espinas que con besos. La que nació cuando ya tenía catorce años en éste mundo. Alma, la que creó la bruma del mar, la virgen que era madre de sus padres, la oreja que escucha tus lamentos y que pasa de ellos sin resentimiento. Miel, la adolescente tardía que va de fiesta en fiesta ya pasados los veinticinco, la que se emborracha con agua, la que puede dormir escuchando metal a todo volumen. Alegra, una sofisticada dama de vestidos color pastel, que se enamora en el bus de diferentes hombres y mujeres todos los días. A la que le cambian los ojos de color según el estado de ánimo, la que gusta de cantar canciones navideñas en pleno otoño, pero desprecia cualquier regalo que se le haga. Lama, la reina de los países extintos, la que conoce el lenguaje de las flores y les ordena qué perfume despedir según la ocasión. La que hace magia roja y convierte la mitomanía en un placer cotidiano. Porque es aburrido ser normal, porque no tiene sentido ser siempre la misma persona.
MAD HATTER
030916
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