Mein Herz - Editorial Alpaca

Cerraba los ojos cada 20 segundos, pero no por eso dejaba de ver en la oscuridad. Si, todo era negro, pero al mismo tiempo él sabía dónde se encontraba cada cosa. Se sentía ciego de la negrura de la noche recalcada por sus pesadas cortinas púrpura. Estaba sentado en el suelo desnudo, frío al tacto. En ropa de dormir y descalzo. Todas las noches a las 3:22 de la mañana se despertaba y esperaba que aquél sin nombre propio ni rostro viniera a hablar con él. Aunque decirle 'aquél' sería algo difuso, no sabía exactamente qué era. No hablaba. Muchas otras ronroneaba o hacia ruidos guturales. Él le había puesto un nombre de todos modos. No sabía qué esperar todas las noches, pero siempre se sentaba y, en la oscuridad, imaginaba la forma de su visitante. 
-Hola- Dijo él primero cuando notó que algo cambiaba en el entorno, cuando comenzaba a sentirse observado. Y por la blancura, aquellos dos ojos que se abrieron se hicieron mínimamente visibles. Eran blancos hasta la pupila y estaban tan abiertos como un ojo podía de estar abierto. Era a quién él conocía como Herz. Sus ojos se cerraban un poco y volvían a abrirse al ritmo del latido de su corazón. O eso parecía, lo hacía con cierto ritmo, pero él no estaba seguro de que realmente fuera su corazón o si es que realmente tenía uno. 
Vio ambos ojos girar sobre sí mismos de un modo inhumano. Herz estaba enojado, hacía eso cuando estaba enojado. De pronto el muchacho sintió las ardientes manos puntigudas de Herz tomarlo por el brazo, hasta los codos. Se sorprendió del escozor que le generaba su tacto, de la fuerza con lo que lo hacía. De seguro le dejaría cardinales en la piel, siempre lo hacía. Cuando sus padres preguntaban qué le había sucedido, él simplemente respondía que no recordaba. Y era cierto, el día arrastraba todos sus recuerdos hacia un lugar lejano, de día era un pre-adolescente común, de noche era un curioso investigador que se utilizaba a sí mismo de conejillo de indias. 
Herz siguió avanzando sobre él hasta tumbarlo, él no reaccionaba, sentía su sangre hervir. Puso sus pies, que parecían tener garras sobre sus muslos. Aquél filo cortante, que eran las garras de sus pies contra su piel generaron que el olor a sangre se escapara con disimulo desde las pequeñas heridas. Herz susurraba.

Susurraba

Él en su incómoda posición ardía del tacto caliente de aquél que lo tenía prisionero. Comenzó su lucha por soltarse, en realidad porque se estaba ahogando más que porque tenía miedo. Pero no pudo, aquélla presencia era muy fuerte y poco a poco sus ojos blancos se acercaron a su rostro. Latían, pero sin parpadear. Siempre abiertos. 
Cuando lo notó fue que comenzó a asustarse. Los dedos de Herz parecían haberse convertido en tubos que se habían introducido en su piel y penetraban su carne, buscaban sus venas. Sentía in líquido escurrirse por donde él lo estaba tocando, lastimando. Pero ardía tanto que no sabía si era sangre, supuso que era sangre. 

-¡Herz!- Le gritó en un susurro. Sus ojos latían. Latían al ritmo de su corazón ahora. Los ojos se tornaron rojos. Herz ganaba peso y sus pies sobre sus muslos parecían capaces de quebrarle los huesos. Sintió un fuerte tirón en el pecho que le dolió tanto como para no llegar a reaccionar ante aquél dolor. Un pesado bulto comenzó a abrirse paso entre sus venas, lo desgarraban, sintió su propia sangre derramarse sobre su rostro. Cuando aquella cosa salió por su brazo izquierdo, de a poco lo soltó, casi de un modo sereno. Sus ojos mudos seguían latiendo, ahora con las pupilas rojas. No, no eran ojos humanos. Oyó el silencio que hacía Herz al sentarse frente suyo. El de a poco se incorporó, se sentía débil, quería llorar. Y de a poco su temperatura comenzó a bajar y bajar, pero de haber ardido tanto ya sentía frío. Se estaba congelando.  

-¿Qué has hecho?- Dijo él, que sentía que su cuerpo se agotaba hasta el extremo y cayó semi consciente de lado, viendo aquellos ojos rojos sonreír. No sabía cómo le había llegado aquél saber, siquiera sabía si Herz tenía boca, pero sonrió. Le respondió con un susurro, no sabía cómo pero él lo había descifrado "Tu corazón, es mío", el sonido no provenía de ningún lado y todos a la vez, era una voz omnipresente. Sus ojos se habían acostumbrado un poco a la oscuridad, tenía las pupilas dilatadas. Vió a Herz, y nada de lo que vio fue humanoide, garras, dedos filosos, enormes ojos... y en sus manos puntiagudas, su corazón aún palpitante.

Despertó repentinamente, miró la hora. 06:44 de la mañana, el sol ya lo había cubierto todo, pero la habitación seguía a oscuras por las cortinas púrpuras. Las apartó y la luz le hizo doler los ojos. Sentía que algo le faltaba, tenía la ropa mojada en sudor, parecía que había tenido pesadillas o una fiebre muy alta, pero no recordaba ninguna de las dos cosas. Se cambió la camiseta húmeda, no tenía un espejo cerca o se hubiera asombrado de las marcas. Tomó asiento en su cama y, sorprendiéndolo, su gato saltó sobre su regazo.
-Hola Herz- Acarició aquél pequeño animal hasta que el felino dijo basta y para advertíselo le mordió la mano con fuerza.


Mad Hatter
120816

PD: No sé qué xuxa escribí, fue sólo improvisación.



Comentarios

Entradas más populares de este blog

Cortometraje: The maker.

La puerta de roble

Maléfica, salí al mundo exterior.