Y nos seguimos haciendo más viejos...

¿Es muy tarde para hacer un balance de la década pasada? Who cares.


Diciembre 6, 2019.

Estoy terminando esta década con cambios, no tan grandes como otros cambios que he tenido ya (dentro de la década) pero importantes para mí y mi futuro. Lo cual me hace replantearme lo que esta década significó para mí.

Empecé la década recién salida del secundario, fresca, inocente, arrogante, creída de que me comería el mundo. Spoiler alert: no me comí el mundo, pero muchas veces sentí que el mundo me comía a mí.

Esta década ha significado para mí tanto fracasos y desconciertos, como aciertos y crecimiento.

La realidad es que hoy me veo al espejo y soy un adulto funcional de la sociedad, aunque para mi placer propio prefiero llamarme semi-funcional, porque recuerden que llegué tarde a la repartición de habilidades sociales. Aún así estos 10 años (10 AÑOS) son de crecimiento a pensar de las cuestas. Y es difícil pensar en que una persona no crezca en tanto tiempo... pero he conocido casos.

10 años pueden parecerte mucho o poco tiempo, después de todo, todo es relativo. Somos sujetos, jamás dejaremos de ser sujetos. Para mí fue mucho tiempo que pasó muy rápido, que a veces siento que no me di cuenta. Pero si miro hacia atrás, soy capaz de darme cuenta.

Como mencionaba, empece la década recién salida del secundario, y, como muchos otros, creía que sabía qué quería hacer de mi vida. Resulta que no. Resulta que todo lo que me dijeron durante mi adolescencia: que era inteligente, que era especial, que podía conquistar el mundo, era mentira. O al menos no era tan lineal como lo hacían parecer.

Si chicos, soy millenial, me crié escuchando cuán especial, única y diferente era y durante un tramo del recorrido me lo creí. Más tarde comprendí que todos somos únicos y diferentes en este gran aglomerado de similitudes que es la humanidad. Pero pasar de ser especial a ser una más fue algo muy difícil, algo que me costó años, lágrimas y sueños.

Y no lo digo como algo malo, más bien me refiero a ello como parte del crecimiento personal. No me parece mal que nos convenzan desde pequeños que podemos comernos el mundo si queremos, eso nos da confianza, nos anima a arriesgarnos y nos abre el camino a muchas posibilidades. Pero el mundo real a veces es muy diferente a lo que nos imaginamos.

Y fracasé. Toqué fondo varias veces. Erré en cosas que jamás había contemplado que podría errar. Pero también me di cuanta que no eran mis sueños los que estaba siguiendo, sino que simplemente seguía la construcción de una imagen que los demás tenían de mí. Lo que otros creían que yo debía ser.  Y por eso hubo momentos en los que las proyecciones y ambiciones de otras personas se convirtieron en las mías. Estaba convencida de que había un modo, una receta, y que debía seguirla. Eso fue lo que marcó mis primeros años de esta década y lo que me dejó una marca de la cual cuesta desprenderse, pero hoy estoy convencida también me ha ayudado a cambiar y crecer.

Entonces llegó el fracaso, y decepcioné a mucha gente, que no era yo pero a la vez hizo que me decepcionara de mí misma. Pero a veces necesitamos tocar fondo para animarnos o, mejor dicho, obligarnos, a un cambio. Y créanme que toqué un fondo en ese momento, porque si algo también aprendí es que los fondo son múltiples y variados.

Di un cambio de 180 grados, por suerte tuve apoyo en ello. Pero eso afectó mi confianza, mi muchosidad, por mucho, mucho tiempo. Luego de eso sentía que nunca volví a ser la misma, que había perdido mi muchosidad, lo que me hacía yo, esas ganas de ir contra todo y comerme el mundo. Y entonces empezó mi etapa cínica.

Estaba haciendo algo que quería, algo que me gustaba y algo en lo que me veía a pesar de las dudas del entorno, pero aún así me sentía perdida de mí misma. Y entonces comencé a mirar al mundo ya sin la soberbia de mi yo más jóven, pero con un cinismo y una crítica  Oscar Wildiana.

El mundo siguió girando, me seguí decepcionando, más que nada de las personas, lo que fue minimizando aún más mi confianza y muchosidad. Poco quedaba ya de esa niña que se cuestionaba todo y quería conquistar el mundo.

Pero seguí cambiando, seguía arriesgando. Y la vida me llevó a lugares muy diferentes, y me hizo conocer gente muy valiosa, y me obligó a adaptarme a diferentes situaciones y terminó por convertirme en lo que soy hoy, al final de esta década. Aún no soy la mejor versión de mí, pero tampoco estoy ya aferrada a una versión mía de 16 años que quería comerse el mundo.

Entre todos estos fracasos y aciertos fie aprendiendo y entendiendo muchas cosas. Como que por ejemplo ya no me avergüenzo de ciertos gustos, ya no me creo el elitismo de ciertos grupos. Aprendí a apreciar lo que soy y lo que me gusta e identifica en el momento sin el estigma de que eso esta mal, o es menos.

Todavía soy la chica que lee a Dickens por diversión, pero ya no me creo mejor por ello que alguien que lea Crepúsculo. Aprendí también que no tengo que temerle al color rosado. Si me gusta, simplemente me gusta. No hace mi causa ni mi lucha menos significativa que me agraden cosas etiquetadas como "femeninas".

Hace ya algunos años también que aprendí que madurar es que la gente ya no te juzgue por tus gustos. Fue el preciso momento en el que amigas que no tenían el más mínimo interés en el mundillo nerd entraron conmigo a una comiquearía en lugar de hacerme bullying. Y en ese momento me di cuenta que así como a mí me juzgaban por leer comics o manga, yo había juzgado a gente por leer Crepúsculo o 50 Sombras de Gray (aunque sigo pensando que el libro esta terriblemente mal escrito). Y decidí hacer algo al respecto. Porque puedo.

Y entonces la cultura nerd se volvió popular, y ya no era el único bicho raro. Y este último par de años lo disfruté al máximo en ese sentido.

No hay una receta mágica que nos diga qué tenemos que ser, hacer o cómo vivir. Pero a veces nos dejamos convencer de que así es.

Quise hacer esta rant sobre mi década por eso. Si bien mi crecimiento profesional fue y sigue siendo importante, y está marcando lo que es y vendrá para mí en los próximos años, considero que lo que marcó mí década, más allá de convertirme en un adulto (semi)funcional de la sociedad, fue mi crecimiento personal.

Me perdí. Me perdí completamente, y volví a encontrarme, de forma y en lugares en los que quizás no habría pensado, y otros que siempre estuvieron presentes. Pero no fue algo lineal, y no es algo que esté cerrado. Es algo en lo que tengo que trabajar día a día, como en mi ansiedad. Y es un camino que debe recorrer uno mismo.

Nadie más va a encontrarnos por nosotros mismos. El entorno es importante, ayuda, pero la búsqueda va a recaer siempre en uno mismo. Y es un error creer que esa búsqueda termina.

Así despido este década. Aún con miedo e inseguridades, pero con esperanza en un mundo que está en constante cambio. En un mundo que ya nos demostró que quiere hacerse oír y reconociendo que soy parte de ese mundo.

Y creyendo en que los nuevos 20's traerán un nuevo esplendor como los anteriores.

I believe in fairies. I do. I do.



Yo hablando del paso del tiempo, mientras acá siempre son las séis.




Comentarios

Entradas más populares de este blog

Cortometraje: The maker.

La puerta de roble

Maléfica, salí al mundo exterior.