Lina Lamal - Editorial Alpaca
Se escabulle, se retuerce y escapa. Baila, se desmorona y vuelve a arrancar. Grita y calla al mismo tiempo. Sacude la cabeza, pero está quieta. Ella lo era todo, no era nada. Era el mejor día de su vida, pero también el peor. Se preguntaba por qué todas las cosas en su vida eran dicótomas, pero al mismo tiempo sabía que no podían ser de otra manera. Era agnóstica, pero creía en fantasmas. Le gustaba la hora del té, pero al mismo tiempo ésos minutos dedicados a la merienda la deprimían. Dormía de día, trasnochaba. Si le dolía el ombligo significaba que tendría una mala semana, si le picaba la oreja recibiría dinero, si se le partía una uña alguien moriría. No necesitaba ser alguien cercano. Tampoco tenía uñas largas, no quería provocar más muertes de las necesarias. Amaba la vida, pero había pensado en el suicidio reiteradas veces. Le temía a la muerte, pero la anhelaba. Creía que todo lo que tenía por hacer en ésta vida ya estaba hecho, pero era feliz. Y no mucha gente puede presumir